Visita al veterinario: trucos con el transportín
Los trucos con el transportín son claves para mejorar la visita del gato al veterinario, que para tantos mininos supone pasar un mal rato. El estrés se apodera de ellos y viven situaciones tensas que también perjudican su salud. ¿Qué podemos hacer para calmarlos? Aunque no siempre es posible evitar la mala experiencia, podemos tener en cuenta una serie de claves para que, al menos, esta sea algo mejor.
La escena se repite, un gato adulto se huele la visita y no quiere ni ver el transportín. Si conseguimos meterlo, hasta volver a casa, maullará desesperado y bufará como un tigre. No sería raro que se hiciera pipí y popó y que nos lleváramos algún que otro arañazo.
Mejorar este horrible cuadro es lo que se pretende con las siguientes sugerencias, todas relacionadas con el uso de los transportines. Son claves para llevar a los gatos al veterinario, en la espera, la consulta y el trayecto de vuelta, también una vez llega a casa.
¿Qué transportín?
Al margen de que la seguridad es lo primero, es decir, de cumplir este requisito, la elección del transportín con vistas a que el gato no incremente su nivel de estrés debería tener en cuenta diferentes cuestiones. Entre otras, la solidez, estabilidad y, en general, la suavidad en el uso. En este aspecto es fundamental la facilidad de apertura y cierre, se trata de no tener que manipular ni forzar de forma excesiva para abrir o cerrar. Si no tienes claro cómo funciona el cierre del transportín estúdialo bien antes.
Manipular lo mínimo el transportín para abrir y cerrar pero también al gato. Si el gato es asustadizo y tímido y tiende a quedarse escondido en el transportín, no elijamos uno que nos obligue a sacarlo volcando el habitáculo o metiendo las manos, uno que se abra por arriba fácil o por los laterales facilitarán que esté más rápido afuera y también sin forzarlo para poder examinarlo. Si hay que volverlo a sacar de nuevo, también será menos problemático.
El tamaño igualmente influye en el estrés del gato. Ni muy grande ni demasiado pequeño es la consigna. Básicamente, que el gato pueda darse la vuelta sin problemas. Si es demasiado grande será un problema manejarlo de forma suave y el gato dará tumbos dentro por su misma amplitud.
Por otro lado, mejor que no tengan ruedas para que el ruido al arrastrarlo no los altere aún más, las ruedas sobre diferentes superficies pueden incrementar su estrés.
Si vamos a aprovechar el transportín como refugio en la misma consulta para que se sienta más seguro, desmontando la parte superior, elijamos un modelo que nos permita realizar esto de forma sencilla. Existen otros que no lo permiten por su mismo diseño, las carcasas que se ensamblan con cierres, con puertas de metal o plástico en forma de rejilla son quizás las más sencillas de montar y desmontar.
En último lugar, cuidado con la visibilidad que ofrezca el transportín. No todos los gatos son iguales, es cierto, ni están igual de acostumbrados a las salidas. Por lo tanto, las ventanitas o aperturas en laterales (algunas permiten acariciarlos) pero cuidado con abrir la puerta, podría escapar. Estas aperturas pueden ser un factor de estrés que lo sobreestimule si puede mirar a través de ellas. La solución es cubrir el transportín con una manta para calmar la ansiedad o, al menos, a no aumentarla.
¿Cómo meterlo?
Lo ideal es que el gato se familiarice mucho antes con el transportín. Una idea es convertirlo en cama con un cojín o mantita y así integrarlo en su día a día. Se trata de que entre en la jaula por sí mismo, por lo que en ocasiones podemos colocarla completa sin la puerta.
También ayudará como trabajo previo socializar al gato con los extraños. Ayudarlo a aceptar las caricias o el cepillado de personas que no conoce o que por lo menos acepte su presencia sin esconderse o escapar. En estos casos, los premios pueden ser un apoyo, pero recordemos que siempre ha de dárseles dentro de una dieta balanceada aconsejada por profesionales.
Para que el transportín sea familiar podemos ponerlo en casa abierto como una cuna o como un refugio, colocar una mantita o cunita que conozca, los olores son fundamentales para sentirse en un entorno conocido, es decir, que no esté recién lavada.
Es importante también que en el trayecto no se mueva demasiado, cubrirlo con algo desde casa y mantenerla en la sala de espera. Allí colocarlo mejor que en el suelo, en un lugar elevado, donde se sienten más seguros.
Rociar el cojín y el mismo transportín con feromonas tipo feliway puede ayudar y también. Los sedantes solo deberían usarse en casos extremos, opinamos, no dejan de tener efectos secundarios, usarlo como sistema por comodidad no es la mejor manera de tratar a un gato. Y siempre, que sea aconsejado por el veterinario.
Debajo de la mantita o cojín si tu gato es de los que hacen sus necesidades por los nervios, puedes poner un empapador y llevar otro de recambio, pero cuidado con cambiarlo con las puertas del coche abiertas o con cualquier otro lugar donde pueda escapar, el gato podría escapar. Siempre mucho cuidado con posibles fugas. Mejor que huela a que se escape.
Cuidado también con darle de comer para que entre en el transportín, asociará esa comida a la mala experiencia y, por otra parte, si ha comido el veterinario no podrá sedarlo, en caso de ser necesario para alguna prueba o intervenirlo. Mejor ir al veterinario con el estómago vacío, no comer desde horas antes, beber mejor tampoco, al menos un par de horas antes, consúltalo con el veterinario, dependerá también de lo que prevea hacer.
En el trayecto de ida
Tengamos en cuenta todo aquello que nos ayude a propiciar en lo que sea posible la tranquilidad del animal en el trayecto tranquilizándolo con nuestra voz, sin reñirle por mostrarse nervioso o hacerse sus necesidades. Tal y como nos mostremos ellos nos percibirán y como somos su referencia el tono y volumen de la voz son fundamentales para no empeorar las cosas. Por lo tanto, ante todo, mucha calma y voz cariñosa.
Con este objetivo se suele recomendar cubrir el transportín con una manta durante todo el trayecto de ida y vuelta, incluyendo la espera. Salvo en la consulta, claro está. Como puede verse en la imagen, el gato sin manta puede verlo todo y sobreestimularse. Igualmente, la caja va de lado, el gato tiene problemas para mantener el equilibrio.
La conducción debería ser lo más suave posible y el transportín ha de estar bien sujeto con el cinturón de seguridad o de cualquier otro modo no invasivo para no deslizarse en las curvas o por el mismo movimiento del coche. Un acompañante puede sujetarlo también. No ayudan los frenazos, tonos agresivos de conductores nerviosos, ventanas abiertas por las que entre el ruido del tráfico. De nuevo, suavidad ante todo.
Una vez lleguemos al veterinario, en función del tiempo de espera estimado y de lo concurrida que esté la sala de espera o de la presencia de perros, por ejemplo, podríamos mantenerlo en el coche hasta que nos llegue el turno. Nos pueden avisar por teléfono dándonos un toque sin necesidad de estar pendientes, ahora con la tecnología omnipresente es sencillo.
En el trayecto y durante la espera, pon música tranquilita, el gato sabrá apreciarla, aún mejor, que sea música que antes haya oído en casa, los gatos son sensibles y, como dice la famosa frase, la música amansa a las fieras.
No hagamos experimentos, toda música ha de haber sido testada antes, si el gato está tranquilo y le induce al sueño, entonces la música tranquila elegida es adecuada. Por si sirve como pista, no subamos el volumen demasiado ni optemos por sonidos fuertes y agudos, mejor música con un ritmo constante y sin sobresaltos. En 2015, una investigación concluyó que los gatos prefieren música clásica (el Adagio para cuerdas, de Samuel Barber) antes que el pop o el rock. Una buena elección es música de piano tranquila, puesto que suena principalmente en las frecuencias desde 27,5 Hz (A0) a 4186 Hz (C8).
En la sala de espera
Si podemos evitara la sala de espera quedándonos afuera o en el coche (leer anterior epígrafe), mejor que mejor, sobre todo si el ambiente es ansiógeno. En caso contrario, podemos tener en cuenta algunos trucos, normalmente las salas de espera no son como las de esta divertida foto.
El primero es tomar cita en el veterinario con antelación, así nos ahorramos tener que estar esperando que haya un hueco, aunque en ocasiones urgentes no es posible, obviamente. Otra opción, si buscamos veterinario, podría ser elegir profesionales especialistas en gatos, entre otras cuestiones, la clínica orientada a los mininos nos ahorrará tener que ver perros, importante en el caso de gatos traumatizados con ellos.
En la sala de espera, la manta dejémosla sobre el transportín. Mejor no colocarlo en el suelo, se sienten más protegidos en puntos algo elevados, como nuestras piernas, pero que también sea estable por seguridad y para no aumentar su ansiedad con movimientos.
En la consulta
Observa cómo trata el veterinario a tu gato. Si no te gusta cómo lo manipula, quizás debas plantearte buscar otro que tenga experiencia en el manejo de gatos con problemas de ansiedad. Es algo complicado cambiar si es un profesional que por cercanía o por experiencia o buena reputación nos parece una buena opción, pero tengamos en cuenta este aspecto para valorarlo también.
Una vez entremos en consulta, somos la referencia para el gato. En caso de que el gato no sea nuestro y estemos haciendo un favor a alguien llevándolo al veterinario, no seremos su referencia. Salvo que las circunstancias manden, nuestro gato nos necesita en el veterinario. Cuanto más cerca estemos del animal, más fácil será que seamos su apoyo y le ayudemos a calmarse o a no ponerse más nervioso.
El transportín que en casa rechazaba, del que huía despavorido, ahora es su refugio, por lo tanto si es posible conservémoslo en él. Muchas exploraciones pueden realizarse sin necesidad de moverlo de él, tan solo quitando la parte de arriba. Por lo tanto, sugirámoslo al veterinario, él valorará si es posible hacerlo por la misma naturaleza de la consulta.
También es posible usar el transportín como refugio durante algunos tratamientos, después de estos a la espera de otros, de nuevo, el veterinario nos aclarará si es posible o conveniente en cada caso.
Igualmente, sin interferir en la práctica del veterinario, puede ayudar a calmarlo estar a su lado, establecer contacto visual, verbal y tocarlo, acariciándolo o ayudando a sostenerlo con firmeza pero también con amor.
Volviendo a casa
Recordemos en este momento, al devolver al gato al coche, que el pobrecito quiere volver a casa cuanto antes y, si ha ido en otras ocasiones al veterinario, una vez entre en el coche recordará que está de regreso.
Mantengamos la mantita sobre el transportín igual que en la ida, de nuevo le puede ayudar la música tranquila, la conducción suave, palabras de cariño y no entretenerse por el camino en otros sitios. El gato no puede quejarse, pero es fácil ponerse en su lugar para entender que regresar a casa sin demoras es importante para que el episodio sea lo menos traumático posible.
Ya en casa
Al llegar a casa podemos retirar la mantita y abrir la puerta del transportín. Observaremos que hay gatos que salen corriendo mientras otros se toman su tiempo. Dejemos que sean ellos los que decidan cuándo salir. Si hay otros gatos en casa, igual se lleva algún bufido, el rechazo se debe a los olores extraños que notan.
No forcemos los reencuentros, los gatos saben guardar las distancias necesarias para que haya paz. Bastarán unas pocas horas, incluso menos, y algo de comida o premio (si médicamente no se desaconseja) para que las cosas vuelvan a ser como antes. Al día siguiente, la visita al veterinario se habrá olvidado, gracias en parte a nuestro buen hacer.
Más trucos
Tranquilizante, opinamos que solo en casos extremos y siempre bajo consejo del veterinario. Hay en el mercado pienso con propiedades calmantes (Royal Canin y Concept for Life) que podría ayudarle desde días antes a estar tranquilo, pero de nuevo no hay que dar un pienso nuevo sin consultar antes con el veterinario.
Si aplicamos fermonas se pueden aplicar sobre la mantita y el mismo transportín mediante spray alrededor de media hora antes de que entre. No lo pueden todo, pero algo ayudan, eso sí, ante gatos histéricos pueden no servir para nada, y por supuesto no creamos que es buena idea meter a dos gatos en un mismo transportín, ni aunque se lleven bien, no siempre funciona esa lógica humana de que irán acompañados. Ni con feromonas ni sin feromonas, mejor no hacer este tipo de experimentos, en todo caso, siempre probar antes si es una ayuda para ellos o un auténtico infierno estar encerrados con otro gato, por muy amigo que sea en condiciones normales.
No comer ni beber ayuda y puede ser de gran utilidad si el veterinario necesita sedar al animal. Por lo tanto, no uses golosinas ni comida en general para animarlo a entrar en el transportín ni luego para calmarlo.
No olvidemos propiciar en lo que sea posible la tranquilidad del animal en el trayecto tranquilizándolo con nuestra voz, sin reñirle ni transmitir nervios ni miedo con el tono o volumen de la voz ni con los movimientos del transportín.
Si el gato lo pasa tan mal que las visitas son un auténtico drama incluso haciendo todo lo posible para calmarlo, quizás la alternativa de una consulta en casa podría ser una solución. En algunos casos es posible por no necesitarse aparatos especiales, consulta con tu veterinario para valorar esa posibilidad. Si el gato no va al veterinario, como Mahoma, el veterinario tendrá que ir al gato…
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